(3/6/18)

〽️Fantasías sexuales más comunes en los hombres ¿y en las mujeres?

Las fantasías sexuales están presentes en el imaginativo de cualquier persona, ya sea hombre o mujer.
Son representaciones mentales creadas por el inconsciente lo que genera sensaciones placenteras. No hay límites, todo está permitido.
Según estudios realizados en la Universidad de Montreal, los hombres son más propensos que las mujeres a tener fantasías eróticas. Eso no significa que la mujer no sueñe e imagine situaciones en las que disfrutar de las sensaciones más placenteras.

Fantasías sexuales más comunes en mujeres
Por supuesto, dependerá de cada una de nosotras y de nuestros propios gustos. Aún así, compartimos una pequeña lista de las que se suelen repetir en nuestro imaginario sexual.

Mantener sexo con dos hombres a la vez: Esta fantasía incrementa nuestro nivel de excitación ¿Por qué será?
Tomar la iniciativa: Ser atrevida, comenzar y guiar un juego sexual de lo más placentero.
Someter a un hombre: Someterlo o tratarlo con rudeza. Algunas mujeres fantasean con atar a sus parejas o darle órdenes. ¡De lo más excitante para muchas!
Sexo casual con un desconocido: Sentirse irresistible para un hombre, perder juntos el control y mantener sexo en lugares inimaginables.
Sexo con un amor del pasado: Un reencuentro con un ex lleno de pasión y desenfreno.

¿Con qué fantasean los hombres?

Sexo con dos o más mujeres: Ser capaz de complacer a más de una mujer en el mismo acto sexual.
Ver a dos mujeres: Poder observar a dos mujeres teniendo sexo suele excitar a un gran número de hombres.
Que su pareja se masturbe para ellos: Observar como su pareja disfruta de su propio placer suele colarse en las listas de las mejores fantasías sexuales para muchos hombres.
Dominación: Crear juegos sexuales juntos en los que se incluyan looks de cuero o látex y demás elementos.
Tener sexo con alguna persona conocida: Puede ser una figura pública como una actriz, cantante, presentadora o incluso, ¡políticas!
¿En qué nos diferenciamos?
Las mujeres solemos ser más imaginativas y románticas. Añaden más emoción al argumento, lo que nos resulta de lo más excitante. Los hombres tienden a ser más visuales y tienen un papel más activo en su fantasía. Aunque comúnmente es así, no todos cumplimos con aquello que es común.

Las fantasías, igual que nuestra imaginación, no tienen límites.
¡Sólo está permitido disfrutar!

#elchuky

〽️Si tu pene pudiera hablar, te diría…

〽️Si tu pene pudiera hablar, te diría…

Ay si el falo hablase. Ay si tuviese la capacidad de decirte las cuatro verdades.. seguro que te quedarías muy sorprendido sobre lo que te cuenta. Porque las mujeres solemos pensar que solo nosotras tenemos complejos, que únicamente nosotras tenemos la presión del físico (sobre la satisfacción con el cuerpo te hablábamos aquí), pero no es así. Ellos, nuestros chicos, también cargan con su mochila y sus miedos y uno de los más habituales está relacionado con la virilidad… o sea, en su gran parte, con los genitales.

De hecho hace unos años un cirujano plástico especializado en cirugía genital nos contaba que muchos hombres que decidían engrandarse el pene (teniendo un tamaño medio), sufrían simplemente de lo que él denominaba “el síndrome del gimnasio”. Es decir, la presión de mirar los genitales en los baños del gym y de ver que los otros la tenían más grande… Así que hoy nos hemos puesto en el lugar de tu pene para decirte algunas cosillas. Toma nota:

– A vueltas con el tamaño: es uno de los mayores complejos del hombre: ¿tendré un pene pequeño? ¿será normal? ¿no sería deseable tenerlo más grande? Chico, qué agobio con lo del tamaño : a ver si entendemos que el tamaño no es relevante, puede aportar pero ¡cuántas pollas grandes hemos conocido que luego han sido un tremendo desastre en la cama! Además, a muchas mujeres no les gustan los falos grandes: les resulta dolorosa la penetración, no digamos ya la anal. Es más, un pene pequeño también tiene sus ventajas. Así que valora y mima lo que tienes y déjate de comparaciones, que son odiosas.

– ¡Esa presión, oiga! Os habéis conocido en ese bar y la verdad, esa chica te gusta mucho mucho. Ya vas notando un calorcito en la entrepierna, os besáis, el calor va aumentando y decidís ir a tu casa. Y en todo el camino a casa no dejas de pensar si vas a dar la nota, si no te pasará como la vez anterior que la erección no fue gloriosa. Seguro que se repite, seguro que se repite… ¡Basta! Con tu cerebro en esos pensamientos, ¿cómo quieres que yo aquí abajo, me anime? ¿Qué fluya bien la sangre? No hay manera, qué presión. Los nervios y la ansiedad no son buenos compañeros de cama. Déjalos fuera del dormitorio.

– No todo es pene en la vida: Chico, a ver si entiendes además que el sexo es algo más que genitales. ¿Por qué no te relajas, sigues con las caricias, los besos, los lametazos y quitas tu atención de tu polla? ¡Me agobias!

– El alcohol no ayuda: noooo, las drogas en general tampoco, por mucho que tu amigo Jaime diga que sí. Te has pasado esta noche bebiendo y lo que en principio era un pelín gracioso se ha convertido en unos sentidos que ya no responden. Así que mejor deja el polvo para otra noche, compañero.

– Sí, la erección puede durar más tiempo si tu cerebro ayuda: primero, el pensamiento positivo (ya lo hemos esbozado más arriba) pero además existen trucos para retrasar la eyaculación. Todo es práctica. Ahí van seis.

– El porno es un mal consejero: eres joven, aún no tienes mucha experiencia, ¿y quién te guía? ¡el porno! Error: ves a tíos musculados, con penes enormes, súper depilados, constantemente erectos.. para, para, para: el porno es ficción. El sexo es mucho más natural

#ELCHUKY

»®SONIDOS TRAS LA PARED

»®SONIDOS TRAS LA PARED
#RelatosPSE
El traqueteo de unas maderas chirriando te despierta.

Unos golpes acompasados contra la pared, captan todo tu interés.

Unos ahogados gruñidos de esfuerzo, despiertan tu morbosa curiosidad.

Pero unos grititos de placer, simplemente joden.

Tú te enfadas. Sabes que lo que no te deja dormir no es el ruido, sino la envidia.

Te gustaría ser tú la que se está abriendo de piernas ante un bombeante cilindro de carne.

Te gustaría ser tú la que saborea sin parar ese embutido masculino mientras masajea unos peludos y endurecidos testículos.

Te gustaría ser tú la que araña una espalda y muerde un cuello a causa del escozor que están provocando en tu entrepierna.

Pero no eres tú, es tu compañera de piso.

Lo que no envidias es la excitación y la humedad en las ingles. Nunca se envidia lo que se tiene.

Rabia. Rabia por no haber aceptado la invitación. Mientras tú has preferido descansar de un día de duro trabajo, tu compañera de piso se ha llevado el gato al agua (o la polla a la entrepierna, por lo que se ve).

Ni siquiera le has visto, pero estás convencida que es el mejor amante del mundo, con la polla más larga y gruesa que puede existir y que, además, la sabe usar como nadie que hayas conocido en tu triste vida.

La palabra «Dios» retumbando en las paredes contiguas te hacen replantear tu agnóstica existencia, mientras tu mano, muerta de frío, se dirige al lugar más caliente en kilómetros a la redonda, sin importarle lo que la Iglesia diga al respecto.

Sólo quieres apagar ese fuego que te reconcome las entrañas. Sólo quieres comprobar si estás tan mojada como crees. Sólo quieres sentir lo que ella siente. Sólo comprobarlo y luego, a dormir.

Notas un dedo cruzando el vello de tu pubis. De nuevo te dices a ti misma que sólo quieres mirar si estás muy mojada.

El incremento del ritmo de los golpes en la pared, dotan de vida propia a tus dedos que ya se han metido dentro de tus ropas. Definitivamente dejas lo de dormir para más tarde.

Los dedos siempre superan empíricamente, lo que la mente ha imaginado. El calor infinito los rodean mientras rozan el clítoris. Conocedores de tu cuerpo más que tú misma, saben que aún es pronto para eso. Con sigilo, bajan más, encontrando un hueco ansioso de ser llenado.

Convertidos en cuchillos al rojo vivo se hunden en la depilada mantequilla de tu entrepierna.

Arqueas la espalda un poquito.

Abres la boca levemente.

Cierras el esfínter para abrazar, con sincero amor de tus músculos vaginales, a esos útiles apéndices que Dios te ha dado.

A medida que el dedo te autopenetra, intentas ahogar el jadeo que nace en tu garganta, como si el interior de tu cuerpo tuviera que compensar lo que tus dedos han llenado.

Sólo lo intentas, no lo consigues.

El sexo está tan lleno de intenciones……

El jadeo va aumentando a medida que el dedo llega lo más hondo que puede, separando tus paredes, notando cada pliegue y untándose con su humedad.

Lo querrías mantener ahí toda la eternidad, mientras aprietas la palma contra el clítoris. Ahora mismo no encuentras explicación a no estar siempre así, con un dedo dentro de ti hasta cuando vas al trabajo, cuando vas a comer a casa de tus padres, cuando te vas a confesar, si lo hicieses….

El dedo entra y sale al ritmo de tus tonterías mentales, que así mismo, van al ritmo de los golpes en la pared.

Tu otra mano, envidiosa por naturaleza, empieza a buscar ocupaciones. Comienza por recoger tu camiseta hacia arriba, pasando sobre tu ombligo, el único agujero al que aún no has encontrado utilidad ni uso, recorriendo las costillas una a una a modo de cuenta atrás.

Contando costillas, el dedo medio se ha unido al índice dentro de tus entrañas.

Sabedores de tus dimensiones, los dedos se limitan a entrar y salir sin forzar. Los dos dedos colocados en paralelo te abren en canal, mientras la otra mano ya frota una de las tetas.

Grandes y suaves círculos despiertan a un adormecido botoncito carnoso que ya presiona sobre la palma de la mano.

Los golpes de la pared desaparecen tan de improviso como han comenzado.

Tirando de tu imaginación, ves al tío estirado boca arriba pidiendo un cambio de postura.

Accediendo a sus peticiones, te pones de cuclillas.

Separas las piernas imaginando un cuerpo caliente y peludo bajo tus pantorrillas.

Hasta notas el rítmico palpitar del alargado ser que descansa entre tus piernas.

Levantas la cabeza como debe estar haciendo ella, mirando al techo pero concentrada en tu entrepierna.

Te la imaginas a ella sobre él, con las piernas a ambos lados de su cuerpo.

Te la imaginas aferrando el miembro.

Te la imaginas levantando el culo y dirigiendo la verga hacia su bulba.

Te la imaginas moviendo la mano hasta acertar con el punto de acceso.

Te la imaginas cerrando los ojos y mordiéndose el labio superior para reprimir el exceso de excitación.

Te la imaginas bajando el culo….

Tu mano pasa por detrás de tu culo. Posas su dorso contra la cama y dejas tres de sus dedos rectos como estacas. La más perfecta imitación de una polla que puedes conseguir.

Sin dejar de frotar tus pechos, aflojas las piernas hasta notar tus labios mayores separándose en una gran sonrisa vertical. Antes que la sonrisa se convierta en carcajada, vuelves a subir.

Y bajas.

Y jadeas.

Y subes.

Y respiras.

Y bajas.

Y bajas.

Y gritas, levantando la cabeza como debe estar haciendo ella.

Grito tu nombre todo lo fuerte que puedo.

Ella grita el nombre de él.

Los golpes de al lado han dejado paso a un «ñec-ñec» de colchón maltratado. Está claro el cambio de dirección de la follada: del «Adelante-atrás», han pasado a un «arriba-abajo».

Te la imaginas aferrada a él, pasando las manos por sus perfectos músculos pectorales.

Te la imaginas desbocada como una amazona cabalgando un caballo fuera de control.

Te la imaginas con su pelo danzando sin orden ni compás, las tetas subiendo y bajando libremente.

Te la imaginas apretando llegar al suelo con su culo y al cielo con su orgasmo.

Te pido que aprietes más.

Quiero sentir lo que ella siente

Te pido que llegues más al fondo.

Quiero gritar como ella grita.

Te pido que quiero sentir tu capullo presionar bajo mis pulmones.

Sientes las tetas bambolear como las de ella, sin freno ni control, y con los pezones mareados con tanto vaivén.

Cierras las piernas como debe estar haciendo ella, aprisionando al intruso vaginal. Mueves el culo de alante a atrás sobre sus muslos, consiguiendo frotar nuevas partes de tu interior.

El ruido cesa en la otra habitación.

Mi cama sigue gimiendo, y más cuando dejo caer todo mi peso sobre la mano, sintiendo los dedos perfectamente, entrando casi, hasta los nudillos.

Vuelvo a gritar al sentirlos como se separan en mi interior forzando mi cuello uterino.

Un gritorespondido desde la habitación de al lado.

Tu morbosa curiosidad te hace parar.

Dos golpes seguidos en la pared.

Un grito anuncia a todo el vecindario el cambio de agujero de acceso al interior de mi compañera.

Con la visión de rayos X de mi cerebro, la veo con las palmas apoyadas contra la pared, intentándola atravesar para escapar del irrefutable destino de su culo.

Te la imaginas de lleno en la incertidumbre que precede a cualquier sodomización: por un lado las ganas de salir corriendo mientras gritas que alguien te ayude. Por el otro, la irresistible oferta de lo más guarro y sucio que pueden hacer con tu cuerpo.

Mi culo sigue subiendo y bajando a lo largo de mis inertes dedos, mientras mi almeja los va llenando de fluidos lubricantes. Algo de lo que carece el profanado culo de la otra habitación. Así lo denotan los continuos gritos de ella.

Llevada por la necesidad de salvaguardar mi muñeca (si sigo moviendo el culo así no tardaré ni dos segundos en partirla por la mitad) decido imitar a mi amiga. Me levanto dejando a los dedos agitándose como culebras sobre la colcha.

Envidiosa como soy y de rodillas como estoy, me la imagino a cuatro patas, agarrada al cabezal de la cama, con los puños cerrados, mientras su ano cruje como la estructura de la cama ante las embestidas del cilindro sodomizante.

Por lo ruidos, dudas qué se romperá antes: la cama, la pared o el culo de mi compañera.

Me imagino su culo gritando que, por favor, paren de entrar en él, mientras ella le grita que quiere más, y más.

Me la imagino frotándose el clítoris para contrarrestar ese dolor insufrible que parece no acabar nunca.

Me la imagino con sus cabellos yendo y viniendo mientras su cara se estampa una y otra vez contra loa pared

Me la imagino frotando tan fuerte como yo. De rodillas, con la cara entre la almohada, mi mano se pierde muy abajo, pasando entre las piernas y subiendo y bajando a lo largo de mi raja de entrada. Las embestidas y locuras me llevan a ir más lejos de lo que pensaba.

Con las manos perdidas en tus bajos, recuerdas tu primer anal. Recuerdas la primera punzada de dolor en tu recto y te preguntabas porqué accediste a algo semejante. Quizás por las ganas de sentir algo nuevo, quizás por que ya nadie podrá decir que eres virgen de algo, quizás por llegar a hacer lo que tus amigas te han contado que ellas sí han hecho. Lo que más recuerdas es esa combinación del terror más absoluto y una excitación incontrolable…. Un cocktail explosivo para el que sabes que ya no hay marcha atrás.

Recuerdas que, una vez, tus gritos te dejaron oír tus pensamientos, pensabas en lo sucio del agujero que te estaban penetrando, en lo sucia que debía estar esa polla ahí dentro, en si él vería algo que sólo tú y tu inodoro habéis visto, en si no le daba asco a él. Pero, por otro lado, muriéndote de ganas de sentir como explota en tu recto y lanzarte sobre ella como una posesa mientras aún escupe restos, intentando comprobar a qué sabe ese helado de carne después de salir de tu agujero más infecto.

Recuerdas perfectamente cómo, antes de meterla en tu boca, no pudiste reprimir el instinto de comprobar si «aquello» estaba sucio de restos de tu culo. Sabes que eres una chica limpia, pero también sabes que es algo que no se puede controlar. Las marcas que, de vez en cuando, aparecen en tu ropa íntima así lo demuestran.

Recuerdas perfectamente como, al desaparecer entre tus labios, te concentraste en intentar adivinar a qué correspondía cada sabor que te llenaba: cuál era sabor a polla, cuál a coño y cuál, culo.

Recuerdas lo poco que te gustó la sensación de chorreo en esa parte de tu cuerpo. Las gotas de semen fluyendo de tu ano te recordaron a otras ocasiones de disfunciones gástricas.

Recuerdas como, al quedarte sola, no dejaste de tocarte.

Recuerdas como comprobaste lo mucho que había dilatado ese pequeño agujero.

Recuerdas que pensaste que nunca más podrías controlar ningún apretón estomacal venidero.

Recuerdas como estuviste tres días sin poderte sentar bien y que, cada vez que lo hacías, sentías como todo el mundo te miraba y, al verte ladeada, sabía perfectamente qué te habían hecho la noche anterior.

Con estos recuerdos tus dedos pasan de la suave humedad del conejito a la áspera sequedad del ano.

Convertidos en un ferry que recorre la distancia entre agujeros sin parar con una misión calra y concisa: humedecer mi entrada posterior.

El cerrado anillo de salida de emergencia de mi cuerpo, tarda en reaccionar. Ahí detrás nunca he tenido problemas con las salidas, pero con las entradas… Además, hace tiempo que nadie lo usa, así que no va a ser tarea fácil.

Loca de envidia, me concentro en mis intimidades. Ambas manos trabajan: la mano derecha frota mi clítoris y se mete en mi raja, mientras la izquierda se curra una dilatación anal de la hostia.

Gritando tu nombre, consigo introducir una falange en el punto más hondo de mis nalgas.

Como otras veces, hecho en falta una tercera mano.

Como otras veces, acabo frotando mis pechos con fuerza contra la sábana.

Como otras veces, me maldigo por haber perdido aquel desproporcionado consolador que desvirgó mi juventud.

La suavidad de mi depilada rajita es infinita con tanta humedad acumulada ahí. Un consolador me penetraría con la facilidad que un cohete traspasa una nube.

Joder, como añoras ese trozo de látex.

Con el culo en pompa, la cara hundida en la almohada y las manos abarcando todos mis bajos, vuelvo a mover mis caderas a buen ritmo, subiendo y bajando mientras mi mano baja y sube y la otra presiona hacia dentro.

El frotar me hace olvidar el juguetito (Si lo hubierais visto sabrías que el diminutivo es por el afecto que le tenía y no por su tamaño)

Medio dedo desaparece en mi culito.

Tres dedos me follan mientras el pulgar frota el hinchado y endurecido clítoris.

Me vuelvo a imaginar a mi amiga gozando de la enculada, cubierta de sudor, con sus nalgas marcadas por las manos de su follador anal, y con su coño goteando dolorosamente.

De repente, las difusas imágenes que recibe mi cerebro se vuelven nítidas, claras y me veo a mí con los ojos cerrados, la boca abierta en un mudo grito, sintiendo tus huevos rebotando contra mi coño, tus manos aferrando mis nalgas…El tiempo parece ralentizarse y todo lo que me rodea parece ir a cámara lenta, como si fuera una visión lejana.

Todo vuelve a su ritmo normal, sólo por una milésima de segundo. Ahora mismo algo explota entre mis dos manos y todo se desboca y acelera a mi alrededor. Por unos instantes, aunque sólo sean unos segundos, huyo, salgo de mí, me hincho de luz y me aclaro, toco las estrellas y vuelvo a mi cuerpo sin memoria, feliz y con unos temblores que me hacen sacudir hasta el más escondido de mis músculos. Mi boca se abre hasta romperse, la lengua sale como un cohete en busca del cielo, los dedos de las manos se aferran a la sábana haciéndola sangrar, los de mis pies se separan en una cómica e imposible estampida, mi espalda se arquea hasta que la columna cruje, mi garganta grita hasta quedarse muda. Mis piernas se endurecen como las de una atleta, mi culo se contrae y mi vagina sufre un terremoto que ni el Richter ese podría valorar.

En mi viaje estelar me he podido ver a mí con un dedo completamente introducido en mi ano, la otra mano aferrada a mi vagina. Por encima de la pared la he podido ver a ella con la cara contra la pared, casi llorando de placer, una mano aferrada a la nalga de él pidiendo que llegue aún más adentro mientras las patas de la cama tiemblan y crujen pidiendo un descanso. Él apretando su pistón contra las posaderas de ella queriendo partir su culo en dos, con sus perfectas abdominales tensadas, sus bíceps gritando de tanta tensión y su enorme polla entrando y saliendo de dos enrojecidas nalgas.

Con la imagen de la polla de él deformando el culo de ella , los temblores de mi coño se van diluyendo, convirtiéndose en un sopor infranqueable. El cansancio se apodera de mi, la oscuridad se agranda, me abraza, me rodea … una vez, y otra, y otra, y….

A la mañana siguiente me despierto como nueva.

Con brío y energías renovadas me dirijo al baño. Necesito una ducha con urgencia. En mis dedos una fina y seca capa que necesito eliminar antes de que su olor me llegue. El bello de mi pubis y entrepierna también necesita un aclarado.

Al llegar a la puerta, ésta se abre dejando salir a mi compañera. Va en albornoz mientras se friega el pelo con una toalla.

Nos saludamos con un escueto «buenos «días».

No le digo nada más. Me siento incomodísima ante ella. Me siento traidora por haberla estado escuchando mientras follaba. Me siento despreciable por necesitar del éxito de otra para calmar mis furores internos.

Ella tampoco no me dice nada más.

Me extraña.

Ni una sonrisa cómplice previa al alardeo de la mejor follada en años.

La miro cómo camina mientras se mete en su habitación. «Aún anda bastante normal. No la debería tener tan grande el tío» pienso femeninamente cuando cierro la puerta del baño.

Si ahora me metiese en su habitación la encontraría guardando algo en el armario. Algo que nunca llegaré a ver. Algo que, como os he dicho, echo de menos en algunas ocasiones. Algo que se «extravió» durante la mudanza. Algo que se la folló anoche…

#elchuky™

Ni tijeras ni dildos, estos son los mayores mitos

Ni tijeras ni dildos, estos son los mayores mitos sobre el sexo lésbico

Aún no entiendo muy bien por qué el sexo entre lesbianas es una de las fantasías más recurrentes. Cuando ponemos a dos mujeres frente a frente y las imaginamos teniendo sexo los niveles de excitación se disparan. Si cambiamos dos vulvas por dos penes, ya cambia el panorama y no a todo el mundo le gusta… ¿A qué se debe esto? No tengo una respuesta clara, y mira que la he buscado y meditado, si vosotras lo tenéis claro por favor contádmela. Pero sí que tengo alguna inclinación, y es que las películas porno y los mitos sobre el sexo lésbico no ayudan mucho a ver la realidad de los encuentros eróticos entre lesbianas.

No recuerdo muy bien si antes de meterme en esto de experimentar con mujeres yo también tenía la misma perspectiva, creo que no, pero claro ahora lo veo desde el otro lado y no es fácil ser objetiva. Ahora sí que hablo con convicción de causa y os digo que el sexo entre mujeres no es tal y como lo pintan. Por eso, hoy os voy a romper 5 mitos sobre el sexo entre lesbianas.

El menaje de cocina mejor lo dejamos ahí, en la cocina

Mito número uno. Es por antonomasia la imagen más representada (también en tus fantasías no lo niegues) del sexo lésbico. LAS TIJERAS, así en mayúsculas. Porque parece que para las lesbianas no hay postura más satisfactoria que ésta, permitidme romperos el mito. La postura de las tijeras permite que los genitales se rocen directamente e incluso si hay bastante lubricación pueden hacer efecto vacío entre vulva y vulva y aumentar el placer. No quiero decir que no sea excitante, pero de ahí a que sea la favorita va un trecho. Es una buena postura para hacer de vez en cuando y durante un tiempo determinado, pero no es para practicar en un arrebato de pasión porque requiere una logística más estudiada. Muchas veces se nos presenta como la primera postura que se hace entre mujeres y he de deciros que no. Hay muchas otras posturas a las que recurrimos y de las que disfrutamos mucho, por ejemplo el misionero lésbico en el que también están en contacto los pubis o la postura de Venus, que se basa en rozar la vulva en el muslo de nuestra compañera.

Y tú, ¿eres pasiva o activa?

Mito número dos. Esta es una de las preguntas más comunes y más hirientes que se hacen a las parejas lésbicas. ¿De verdad hay que explicarlo? ¿aún se cree que una toma un rol y la otra otro y permanece así hasta el final de los días? Es como cuando intentan averiguar quién hace de chica y quién de chico. Los roles, igual que en cualquier otra relación son intercambiables y mutables. Vamos que las lesbianas follan igual que cualquier otra pareja, a veces una lleva más la voz cantante y la otra se deja llevar e incluso, ¡cuidado no os asustéis! En ocasiones se han dado casos de que las dos actúan por igual en sus encuentros eróticos.

Dejando bromas a parte, rompamos este binomio hombre/mujer para todo y pensemos en personas. Personas que se encuentran y disfrutan sin tener en cuenta sus géneros, simplemente sus deseos. Hay veces en los que apetece jugar a roles, como en todas las relaciones y otras disfrutar sin más.

Sin juguetes no hay paraíso

Mito número tres. ¿Cómo? ¿que si no tengo un dildo o un vibrador lo mío ya no es sexo? Pues eso parece, que si no te penetras o penetran con algo no es 100% sexo. Esta es otra de las cosas que no entiendo, pero si sois valientes cuando vayáis a vuestra próxima revisión ginecológica se lo explicáis al o la facultativa, porque las últimas experiencias son que si en tus encuentros no hay pene que te haga orgasmar, no se certifica como sexo. Esa es la cara que se me quedó a mí. Y es que para paliar esta “falta” de miembro masculino, se nos meten los juguetes sexuales por cualquier sitio (u orificio). No seré yo la que reniegue de ellos, pero hay vida sexual más allá de los dildos. El erotismo es mucho más que penetraciones y vibraciones alteradoras de ritmos cardíacos. Las manos, la lengua o la piel son unos juguetes sexuales magníficos para disfrutar. Y no debemos olvidar que no a todas las personas con vulva nos gustan los juguetes eróticos, hay muchas que prefieren disfrutar de sus cuerpos sin accesorios y no por ello tienen una vida sexual peor.

Las ETS son para los penes

Mito número cuatro. Las lesbianas no se contagian de infecciones de transmisión sexual. Ya sé que te parece una barbaridad que diga esto, pero se sigue pensando que entre las mujeres no se transmiten este tipo de infecciones y no es cierto. Es verdad, y los datos lo avalan, que el número de infectadas es menor que en otros colectivos, pero esto no quiere decir que sean inmunes.
Igual que cualquier otra persona, cuando decidimos tener un encuentro con otra mujer hay que protegerse. Si compartimos algún juguete debemos ponerle un preservativo y lavarlo bien después y antes de su uso. Durante el sexo oral es importante utilizar una banda de látex o hacerla con un condón abierto para evitar el posible contagio. Cuando nos apetezca introducir dedos o tocar, protegernos es tan sencillo como ponernos unos guantes de látex o fundas de dedos.

Las lesbianas no son tántricas

Mito número cinco. Los encuentros sexuales entre lesbianas son rápidos y fruto de un arrebato. ¿Eh? Os podéis imaginar mi cara cuando oí esto. ¿Cómo que el sexo entre mujeres es más rápido? A mí aquí algo no me encaja. Por una parte siempre se dice, en esos cuentos populares, que a las mujeres nos gusta el sexo lento, despacio, saboreado y no un quickie rápido. Por eso de que las mujeres, así como colectivo, como si al decir mujeres todas nos unificáramos, nos cuesta más excitarnos. Pero por otro lado, ahora oigo que el sexo entre lesbianas no es tan largo como el del resto de mujeres. Y digo yo, si a las mujeres nos lleva más tiempo excitarnos y el sexo lésbico es entre dos mujeres, más tiempo tardarán en excitarse, ¿no? Y además, para qué, ¿para qué final? ¿Es que la excitación no es a un acto erótico y sexual en sí mismo?

Las lesbianas, igual que cualquier otra mujer, tienen sus propios ritmos y a veces nos apetece sexo tántrico, lento y pausado y otras nos morimos por un polvo en el ascensor.

Pensando en todos estos mitos me venían a la cabeza muchas escenas de películas y relatos, tal vez ahí esté la respuesta a mi pregunta de por qué hay tanto mitos sobre el sexo lésbico. Un poquito de realidad sexual no nos vendría mal para nuestros imaginarios eróticos.

#gitana

»®Accidentes comunes en el sexo, ¿te han pasado?

»®Accidentes comunes en el sexo, ¿te han pasado?
Cuando estamos teniendo sexo a veces ocurren incidentes que pueden ponernos en apuros. Aquí os dejamos los accidentes sexuales más comunes y os damos algunas recomendaciones para evitarlos o, al menos, saber salir de ellos lo más airoso posible. El accidente sexual más peligroso es el de la rotura del preservativo. Si tras acabar el acto sexual te das cuenta que el preservativo se ha roto, no lo dudes y ve a por una pastilla del día después. No es del todo probable que te quedes embarazada pero más vale prevenir en estos casos.
Otro ‘accidente sexual’ de lo más embarazoso es llamar a tu pareja por el nombre de tu ex. Esto es especialmente común que ocurra cuando se lleva poco tiempo con la nueva pareja y no hace demasiado tiempo que lo dejaste con tu anterior compañero o compañera sentimental. Si tu nueva pareja te pide explicaciones o le sienta mal, discúlpate con total humildad. Seguro que en un rato quedará olvidado.

Si rompéis algún objeto fruto de una pasión desmedida, no os preocupéis demasiado. Este es otro de los accidentes más comunes a la hora de tener sexo. Aquí lo mejor es ser precavido y no tener nada demasiado valioso en un lugar en el que podáis caer en las garras de la pasión. Os evitaréis romper algo de valor.
Un incidente algo desagradable pero que también es bastante común es ser descubierto haciendo el amor cuando se hace más allá de las paredes de casa. Si estáis en la oficina, en el coche o en la playa es fácil que, de un modo u otro, os descubran. Tened mucho cuidado y asegurad que es realmente improbable que esto ocurra o no lo haréis tranquilos y al final habréis corrido un riesgo innecesario además de poco disfrutado.
Sufrir un calambre o un tirón muscular es otro de los contratiempos que a veces acaban ocurriendo. Para evitarlo, intentad no hacer posturas imposibles en las que no os sintáis demasiado cómodos, seguro que podéis encontrar una alternativa más sencilla e igual de placentera. Como veis, son accidentes muy comunes pero con soluciones bastante sencillas. Nada como el sentido común para evitar incurrir en la gran mayoría de estos contratiempos.

#ELCHUKY